Ben Esra telefonda seni bosaltmami ister misin?
Telefon Numaram: 00237 8000 92 32
Un viejo verde en la ventana
Ese día en pleno verano, mi amiga Helena me había invitado a pasar la tarde en su casa, para disfrutar del sol, la piscina, algunos tragos y un poco de sexo entre nosotras; ya que nuestros esposos habían coincidido en ausentarse de la ciudad en esos días…
Estábamos ambas tendidas en reposeras, sintiendo el calor del sol en nuestra piel, cuando Helena me dijo por lo bajo, que mirara con disimulo hacia la casa de su vecino.
Lo hice y encontré que había un hombre espiándonos escondido desde su ventana. Mi amiga se rió, diciendo que era un viejo verde, que le decía toda clase de groserías cuando se la encontraba caminando por la calle.
Por supuesto, Helena siempre provocaba la situación, balanceando sus caderas cuando pasaba cerca del hombre y hasta agachándose frente a él, para que el tipo pudiera verle la tanga por debajo de la pollera…
Mi amiga entonces se desprendió la parte superior de su bikini, quedando solamente vestida con un hilo dental que apenas le cubría la vulva depilada y por detrás se perdía entre sus redondos cachetes.
Helena sonrió, observando que el hombre ahora tenía sus dos manos fuera de la vista de la ventana. Seguramente se estaba haciendo una buena paja, mientras nos espiaba.
Enseguida imité a mi amiga, quedando prácticamente en bolas…
Giré para ponerme boca abajo y regalarle al viejo verde un poco de la vista de mi redondo culo en pompa. Me acomodé la tira de tela entre mis nalgas y de paso, me metí un dedo para acariciar suavemente mis labios vaginales.
Esa situación de sentirme observada y deseada me había puesto caliente, ya que tenía una leve humedad en mi hambrienta concha…
Helena me dijo que entráramos al agua, para sacarnos el calor y la calentura también. Nos tiramos de cabeza y nadamos un poco. Enseguida nos pusimos a jugar entre nosotras, toqueteándonos las tetas y dándonos besos mientras nos acariciábamos…
El hombre seguía en la ventana, pero ahora era evidente que se estaba haciendo una paja, ya que se le notaba en los movimientos de sus brazos y en su respiración entrecortada…
Fuimos a la parte menos profunda, donde el agua apenas nos llegaba hasta la mitad de los muslos. Nos abrazamos y besamos, mientras Helena me apretaba contra su esbelto cuerpo. Yo le acariciaba el culo, apretándolo entre mis manos, sobando esa piel firme tan excitante.
Cuando ya no me aguanté más las ganas, le arranqué esa diminuta tela que apenas cubría su pubis y le pedí que se sentara en el borde de la pileta.
La muy turra eligió sentarse justo frente al hombre, totalmente desnuda. Abrió sus largas piernas todo lo que pudo, mostrándole sus labios vaginales dilatados y muy bien depilados.
Me acerqué despacio a ella, pero esta vez giré la cabeza para mirar directamente al viejo verde, mientras desprendía mi hilo dental, quedando yo también en bolas…
El tipo me sonrió y pude ver que incrementaba el movimiento de sus brazos y manos bajo la ventana.
Me incliné sobre Helena, dejando mi culo en pompa, para el disfrute de los ojos ahora desorbitados del viejo verde. Acerqué mi boca a la concha de mi amiga y saqué mi lengua, mirándola a los ojos; para que me pidiera que siguiera adelante, sin detenerme…
Helena me dijo con la mirada que se la lamiera y yo le obedecí.
Al sentir mi lengua entre sus labios vaginales, la perra suspiró y sonrió, mirando directamente a su vecino, que ahora ya no tenía pudor en esconderse para pajearse…
Mi amiga, sin dejar de mirar al tipo, me pidió que la dilatara con mis dedos. Primero entró suavemente uno, luego dos y finalmente tres; haciendo que Helena abriera su boca para empezar a gemir y jadear como una verdadera perra…
Me incliné otra vez y comencé a lamer su clítoris inflamado, sin dejar de meterle mis tres dedos a fondo. Después de un rato los saqué brillando con sus flujos y se los mostré al vecino, mientras los lamía con mi mejor cara de puta viciosa.
El tipo me llamó “puta” y en ese momento se inclinó hacia adelante, seguramente para no manchar sus zapatos con la tremenda descarga de semen que estaría teniendo su verga…
Volví a meter mi lengua en esa vagina deliciosa, mientras Helena me tomaba por la nuca, para que no me saliera de allí.
Con mis dedos comencé a acariciarme mis labios vaginales, dándole al vecino otro espectáculo aparte.
Helena por fin acabó, aullando como loca. Me tomó por los cabellos y me levantó la cabeza, comiéndome la boca con un beso profundo. Luego cambiamos posiciones.
Me senté en su lugar, ahora enfrentando la mirada del viejo verde.
Le encantaba lo que estaba viendo. Helena zambulló su lengua en mi concha hambrienta y me hizo delirar con su habilidad oral.
Sentí que mi clítoris estaba por explotar. Ninguno de mis amantes, fuera hombre o mujer, me comía la concha mejor que Helena.
Me hizo acabar enseguida la muy turra. Se incorporó, me sonrió y volvió a darme otro beso profundo que me dejó loca de calentura. Me pidió que entretuviera a su vecino, que seguía firme y duro asomado a la ventana; mientras ella iba a su dormitorio a buscar algo…
Mirando al hombre, abrí más mis piernas al máximo y zambullí mis dedos para hacerme una buena paja. Acabé casi llorando, sin dejar de mirar fijamente al vecino.
Helena regresó, mostrándome un enorme consolador doble; negro y siliconado; ideal para gozar las dos juntas…
Me lo dio y yo comencé a lamerlo para lubricarlo bien en ambos extremos. Siempre enfrentando al vecino.
Helena me tomó desde atrás y comenzó a pellizcar mis pezones, que enseguida se pusieron duros. Luego me metió sus dedos desde atrás, agregando más lubricación a mi concha…
Cuando el juguete estuvo bien lubricado, amabas salimos de la piscina. Yo me puse en cuatro y me metí una punta de esa cosa negra en mi concha, desde atrás. Helena lo deslizó más a fondo y comenzó a cogerme suavemente con él.
Pese a mis esfuerzos, no podía mantener mi mirada fija en el vecino, que se relamía la lengua de gusto. Cerré mis ojos y me abandoné al placer que me provocaba mi amiga.
Entonces ella adoptó igual pose y empezamos las dos a empujar cada una contra la cola de la otra, metiendo y sacando ese juguete cada vez más rápido, logrando que se lubricara cada vez más…
Helena acabó en primer lugar. Aulló tanto, que debe haberse enterado todo el barrio de su aventura sexual vespertina.
Le pedí cambiar posiciones. Me acosté boca arriba sobre el pasto y abrí bien mis piernas, haciendo que Helena me metiera el consolador en mi vagina, bien a fondo. Se reservó una parte para
ella y pronto comenzó a bombearme, cada vez más profundo, sabiendo que eso me volvía totalmente loca.
Comencé a gemir bajo el cuerpo de Helena y acabé muy rápido, aullando y jadeando como lo había hecho ella.
Cuando terminé de temblar, Helena se recostó sobre mi cuerpo y nos quedamos así por un rato, con ese aparato bien hundido en nuestras vaginas bien dilatadas y lubricadas…
Al rato nos levantamos. Le dimos la última función al viejo verde mientras nos besábamos y nos acariciábamos frente a él.
Helena me susurró al oído que ya era de disfrutar una ducha fría para quitarnos de una buena vez el calor. La calentura ya había pasado…
Nos abrazamos y caminamos hacia adentro.
Helena giró la cabeza y le advirtió a su vecino que estuviera atento. La próxima vez, seguramente podría presenciar una función de sexo anal entre nosotras…