Ben Esra telefonda seni bosaltmami ister misin?
Telefon Numaram: 00237 8000 92 32

Abusada en mi propia cama
Abusada en mi propia cama

Llevaba poco tiempo de casada con Víctor y en esa época él tenía que viajar con bastante frecuencia al interior por motivos de trabajo. No me daba miedo quedarme sola por las noches en casa; por el contrario, a veces sentía una gran calentura por las ausencias de mi esposo y terminaba muy relajada, después de haberme metido varias cosas en mi concha humedecida y ardiente.
Una de esas noches solitarias, me había acostado después de hacerme una buena paja en la ducha y estaba mirando una película porno en la cama, con casi todas las luces apagadas.
En un momento giré mi cabeza para tomar un vaso de agua que había dejado en la mesa de luz; cuando sentí que me asfixiaba, porque una mano me tapaba la boca.
Al mismo tiempo sentí que algo metálico me tocaba la garganta. Me quedé paralizada. Cerré mis ojos y escuché una voz ronca que decía:
“No hagas demasiado ruido… o te mato.”
En ese momento entré en pánico. El tipo me destapó la boca lentamente, pero sentí más presión metálica sobre mi cuello. Le supliqué casi sollozando:
“Por favor, no me mate, haré lo que Usted diga…”
El hombre sonrió y levantó mis manos hasta la cabecera metálica de la cama. Enseguida me las sujetó con un precinto de plástico a los barrotes, siempre apoyando esa fría navaja contra mi garganta…
Estaba a punto de gritar de pánico, pero me contuve por miedo a que de verdad fuese capaz de matarme. Se alejó y empezó a rebuscar en mi armario. Volvió con un pañuelo de seda y me tapó la boca, anudándolo detrás. Yo estaba temblando.
El tipo se puso de rodillas en la cama y, con esa navaja, empezó a cortar los pantalones de mi pijama. La sentía rozando mi piel. Me quitó los restos del pantalón de un tirón, pellizcándome las piernas. Recordé que me había puesto una tanga negra muy breve, casi un hilo dental, que apenas cubría mi vulva depilada. El hombre silbó al ver mi cola redonda, con ese hilo metido entre mis cachetes. Nunca me sentí tan desnuda, a pesar de que me había quedado la camiseta de algodón intacta.
Yo me sentía humillada. Esto era una fantasía que siempre había soñado, pero no me sentía igual que en mis sueños. El sentimiento predominante era el miedo. Estaba cada vez más asustada.
Me arrancó la tanga de un tirón, desgarrándola entre sus rudas manos. Me salió un gemido apagado de mis labios. Me desató el pañuelo de la boca y, sin que yo lo esperase, me metió la tanga entera en la boca y me volvió a amordazar. Yo no esperaba que ese pequeño trozo de seda estuviera tan mojado con mis jugos. Pero evidentemente, la situación me había excitado mucho, a pesar de la sensación de miedo que tenía…
El hombre bajó sus manos a mi entrepierna, pero entonces yo intenté cerrar mis muslos, sin poder evitar sentir un escalofrío. Metió su mano entre mis piernas, pero yo las cerré todavía con más firmeza. Me puso la navaja frente a los ojos, en silencio…
Asentí con mi cabeza y abrí las piernas. Me sentía muy humillada.
Me tocó la vulva con sus dedos y se levantó la vista para a mirarme a los ojos.
“Estás empapada, perra… tan caliente estás??. Preguntó, sonriendo socarronamente.
Entonces me di cuenta de que era cierto lo que decía. Yo sentía miedo y humillación, , pero, al mismo tiempo, mi concha estaba perfectamente lubricada y mis jugos ya se deslizaban entre mis muslos…
Entonces el hombre se quitó los pantalones, muy lentamente delante de mí. Entonces pude ver su pija erecta, una cosa de por lo menos veintidós centímetros, bastante gruesa además…
Se ubicó entre mis muslos abiertos y me miró a los ojos, mientras colocaba la punta de esa monstruosidad sobre mis labios vaginales. Empujó con todo, sin preparación de ningún tipo. Me dolió. A pesar de que estaba lubricada no esperaba ese pedazo de pija de golpe y un latigazo de dolor me recorrió el cuerpo.
Intenté gritar, pero sólo pude emitir un leve gemido. Estuvo bombeando dentro de mí durante un rato y yo sentí como pese al dolor y el miedo, me iba excitando cada vez más. Quería jadear, pero no podía con la boca llena. Al poco tiempo sentí un orgasmo brutal que me hizo contorsionarme. Pegué un tirón de los brazos y sentí un dolor agudo en las muñecas.
El tipo sonrió al notar mi orgasmo y las contracciones de mi vagina sobre su pija.
Se salió de mi concha y tomándome por las caderas, me dio la vuelta en el aire. Mis brazos se retorcieron y sentí mucho dolor. Me puso de rodillas dejando mi culo al aire. Volvió a enseñarme la navaja y me ordenó que no me moviera.
Salió del dormitorio. Cuando regresó, se arrodilló entre mis muslos abiertos y noté sus dedos sobre mi entrada anal… Sentí algo frío que se introducía en mi ano…
Intenté resistirme, pero un sonoro cachetazo sobre mis nalgas me convenció de quedarme quieta.
Entonces me di cuenta de que me estaba untando el culo con manteca. Cuando giré mi cabeza para protestar, el tipo se enderezó y apoyó la gruesa cabeza contra mi estrecha entrada. De un empujón me la metió hasta el fondo. El dolor me recorrió toda la espalda.
Empezó a entrar y salir, mientras el dolor y un ardor muy intenso me abrasaban. Pero al mismo tiempo sentía algo que no había sentido nunca. Era una sensación de calor en el fondo mismo de mi vagina que me atravesaba las entrañas. Me fui excitando hasta acabar con un orgasmo brutal. El dolor hizo el orgasmo más intenso aún.
Al parecer el tipo también tuvo un orgasmo. Se salió de mi dolorido culo y acercó su verga a mi cara. Me quitó el pañuelo y mi tanga de la boca.
Acerqué mi boca a su tremenda verga y empecé a chuparla. Primero por los lados y luego metiéndomela de frente hasta donde podía. Eso me excitaba. Se la chupé durante un buen rato, hasta que acabó dentro de mi boca.
Me obligó a tragarme todo su semen, sin desperdiciar una sola gota.
No lo hubiera hecho si no me hubiese amenazado con una navaja, pero al sentirme obligada sin remedio, también me excitaba. Seguí chupándola y lamiéndola hasta que llegó al orgasmo.
Entonces se estiró hasta la mesa de luz y abrió los cajones, rebuscando hasta que encontró dos consoladores enormes que yo guardaba allí. Escupió sobre el más pequeño y me lo metió de un golpe en la concha, encendiéndolo para que vibrara.
Después me miró sonriendo y acercó el más grande a mi entrada anal. Esta vez tenía la boca sin mordaza, así que le supliqué que no lo hiciera: ese aparato era demasiado grueso para penetrar mi ano.
Pero siguió sonriéndome al meter ese vibrador por mi culo y lo puso también en marcha. La sensación fue brutal. Sentirme penetrada por los dos sitios, con el mayor en el culo y vibrando a la vez me proporcionaron un orgasmo descomunal de nuevo.
Cuando vio que yo había acabado, el tipo sacó lentamente los dos vibradores de mis orificios. Mi cuerpo se derrumbó sobre la cama completamente rendida.
Me despertó el sonido del teléfono. Ya no estaba maniatada, pero todavía seguía recostada desnuda sobre mi cama. Al moverme, un latigazo de dolor recorrió mi culo y mi concha. Me toqué ambos orificios y saqué mis dedos llenos de semen…
Era mi adorado Víctor, preguntando si todo estaba bien. Le dije que me encontraba un poco afiebrada; posiblemente fuera una gripe, así que me quedaría en cama…
A la mañana siguiente me dolía todo el cuerpo y a cada paso que daba sentía otra vez un latigazo desde mi ano hasta la punta de los pelos. Mis dos orificios todavía dejaban escapar restos de semen…
Me dolía y me ardía, pero la sensación de haber sido maniatada, amordazada y sometida en mi propia cama, me provocaba una calentura inusitada…
Esa noche al acostarme, dejé la puerta de entrada sin llaves…